Con la celebración de este encuentro internacional tiene como objetivo profundizar en los enfoques de intervención aplicados a individuos, tanto adultos como menores, que han cometido delitos sexuales. A lo largo de este curso, se abordarán los modelos tradicionales de intervención, centrados en la reestructuración cognitiva, control de impulsos y la gestión de riesgos. No obstante, el curso prestará especial atención a la inclusión de módulos basados en el desarrollo de la inteligencia emocional (IE) como estrategia complementaria para reducir la reincidencia y minimizar el riesgo de futuras conductas delictivas. La inteligencia emocional, definida por Goleman (1995) como la capacidad de reconocer, comprender y gestionar nuestras propias emociones y las de los demás, ha mostrado ser un componente crucial en la prevención de conductas antisociales.
Estudios recientes sugieren que el desarrollo de habilidades emocionales puede tener un impacto positivo en la regulación emocional, promoviendo una mayor empatía y reducción de respuestas agresivas en poblaciones con perfiles delictivos (Howells et al., 2004). Estos hallazgos resaltan la importancia de trabajar no solo en la modificación cognitiva de los agresores sexuales, sino también en su capacidad para manejar el estrés emocional, la frustración y otros factores que suelen preceder a las conductas agresivas. Este simposio también se centrará en la evaluación de estudios empíricos que han demostrado una menor tasa de reincidencia en aquellos agresores que han participado en programas que integran módulos de inteligencia emocional, en comparación con los que siguen tratamientos tradicionales (Garrido & Benítez, 2018).
Se discutirá la viabilidad y efectividad de estas intervenciones, considerando las diferencias entre adultos y menores, y su implicación en las políticas de rehabilitación y reinserción.
Finalmente, se reflexionará sobre la necesidad de implementar enfoques holísticos que integren el componente emocional en los programas de tratamiento, subrayando que el control y manejo de las emociones puede ser tan crucial como la modificación de creencias erróneas o distorsiones cognitivas (Ward & Beech, 2006). De esta manera, se promoverá un enfoque integral para reducir el riesgo de reincidencia y favorecer la reintegración social de los agresores sexuales.